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Junio 2013
Edición No. 292
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gustavoDesafío

-Libertad sin Ecos
-La Ambición Crece
-Series para cegar

Rafael Loret de Mola.

¿Celebramos? No me atrevo siquiera a sugerirlo en este día, cuando la clase gobernante paga desayunos y comidas para el gremio -no me opongo a ello por respeto a mis colegas pero tengo derecho a subrayar la contradicción-, en un extraño maridaje entre las fuentes del poder y quienes deben servir de contrapeso a los abusos y desviaciones del mismo, acaso para disimular con un festín mediocre -muy alejado de las comelitonas del grupo al frente del gobierno en cada sexenio-, la institucionalizada violencia contra periodistas, informadores, editorialistas y comunicadores que desaparecen como ramilletes bajo el pretexto de ser atractivos para las multinacionales del crimen mientras la clase política, claro, se lava las manos. Una hipocresía relevante que debemos subrayar porque, cada año, me parece más indignante.

No hay honor alguno cuando se sobaja a quienes deben permanecer en las líneas de fuego, en las zonas de guerra disimuladas o ante los órganos públicos en funciones. La decantada “transparencia” -es hora de decirlo- es el mito más grande de cuantos arraigó el neoliberalismo. Desde la puesta en escena de tal proyecto, acrecentado con “fiscalías especiales” con grandes presupuestos y nulos resultados -la especializada en los delitos contra la libertad de expresión no ha sido capaz de resolver un solo caso importante, entre ellos mi querella contra Editorial Océano de México que significa, nada menos, frenar la arremetida cultural de las empresas con capital hispano sobre el mercado mexicano, a costa de eliminar los textos críticos y publicar cien ensayos sobre el narcotráfico siempre que presenten información “oficial”; a quienes se atreven a plantear y exhibir condiciones desde el bando contrario, los matan, como sucedió en los casos de Yolanda Figueroa ”El Capo del Golfo”, asesinada lo mismo que su marido y sus hijos, y José Alfredo Andrade Bojorges. Quienes se salvan saben cuáles son los puentes a recorrer.

Hay, desde luego, informantes extraoficiales pero aún dentro de la estructura oficial. Por desgracia, temo que parte de la desgracia del general Tomás Ángeles Dauahare pudiera deberse a cuanto me dijo para “Nuestro Inframundo” -Jus, 2011-, cansado de solapar las miserias humanas en el ejército; también, al parecer, filtró información sobre las operaciones de los cárteles a la periodista Anabel Hernández, de todos mis respetos, luego de la edición de “Los Señores del Narco”. También en sendos casos, la Fiscalía mencionada ni siquiera interviene, por oficio como debiera ser, sino que aguarda cómodamente que haya sangre derramada para fingir interés. Éste ha sido el fraude mayor para los periodistas mexicanos en estos tiempos de rampante demagogia.

¿Transparencia? Por cada municipio se erigió, en algunos casos de manera temporal, una comisión con tal propósito que elevó los presupuestos... sin casos para conocer. Conozco casos de elementos, burocratizados, que cobraron miles y miles de pesos sin siquiera haber asistido a una sola reunión de su grupo respectivo porque en los pueblos aislados no hay siquiera periódicos... pero sí defensores de periodistas que cobran por ello. Una maravilla de democracia la nuestra o una manera de abatir la miseria humana a costa de la letras ágatas.

La conmemoración de hoy surgió desde la perspectiva de una figura caciquil del periodista. Lo digo con la libertad que me da ser amigo de uno de sus hijos, Eduardo, secuestrado en 2007 y que no ha cesado en su lucha por señalar al Ejército Popular Revolucionario, infiltrado por terroristas centroamericanos y vascos, también por ex militares en baja, como responsable de su tragedia -terminó perdiendo a su esposa Jayne Rager, enferma de cáncer que se recrudeció ante la desaparición violenta de su marido-. Me refiero, como el fundador de estos ágapes, al histórico Coronel José García Valseca, quien fundó la cadena que llevó su nombre hasta que le fue arrebatada por Luis Echeverría y su presta- nombres Mario Vázquez Raña, uno de los gallegos más felices por la impunidad en México; la otra familia de este origen, triunfadora pese a la tragedia personal, es la de Carlos Mouriño Atanes, padre de Juan Camilo a quien no podían dejar llegar a la Presidencia ni los liberales que apuestan por el nacionalismo ni los narcos que negociaban con él con poca fortuna. ¿Vamos entendiendo el conflicto detrás de las elevadas cortinas de humo que impulsó felipe calderón siempre en minúsculas-, galardonado en España por defender los intereses de los consorcios de allá por él protegidos hasta la ignominia?

Sólo nos falta que algunos conservadores de nuevo cuño vayan de rodillas, hasta Madrid, para pedirle a uno de los Borbones zánganos que nos permitan designar a uno de ello, a Felipe quien espera hace casi cuatro décadas como heredero del trono -imagínense las molestias de la embarazosa situación, todas las mujeres que son madres a los nueve meses, nada más, de la gestación-, tan comedido y con su Letizia al lado quien conoce los vericuetos y dulzuras de nuestro México en todos los renglones. Desde luego, aceptarían gustosos con tal de seguir cambiando cristalitos por dólares en esta época de crisis en España que parece no tener fin ni salida, aunque la hay. Una de ellas sería, precisamente, dejarse de hipocresías y acabar con la aristocracia abusiva que se coloca por encima mientras seis millones doscientos mil españoles no tienen trabajo, más de uno por cada cuatro de quienes integran la población económicamente activa.

Por decir estas cosas, no me atrevo a aceptar invitación alguna para asistir a estos festines que tanto validan los maridajes entre la prensa y los gobernantes deseosos de sonreír para ganar el espacio en las primeras planas con la recurrencia de discursos sobre el respeto, la libertad y la seguridad para un gremio odiado entre los mismos que lo elogian en estos festivales. Es una curiosa distorsión de la realidad, por desgracia cada vez más extendida entre los figurines que creen basar la fuerza intrínseca de sus personalismos en su capacidad mediática. El primero de ellos, claro, el presidente Enrique Peña Nieto; y después, los gobernadores y los dirigentes camarales.

Me temo que no hemos avanzado nada y nos mantenemos en el punto cero. Para donde volteemos encontramos pruebas fehacientes de persecuciones contra periodistas que se la juegan de verdad, no detrás de los escritorios sino en las tareas de campo en donde les esperan mil trampas. No olvidaré el relato de una colega, de Durango, quien optó por dejar la entidad y me confió, en una reunión con empresarios, intelectuales e industriales, precisamente en el Club de éstos, cuando me dijo que su pequeña hija, una niña todavía, después de ver la película “El Infierno” le preguntó:

-¿Y por qué se asustan tanto si es lo que hemos visto todos los días?

No puedo negar que me estremecí. Me dio una rabia que no he podido contener al paso de los meses al corroborar que estamos bloqueados, sí, porque la importancia ahora se la dan a los poderosos dueños de medios masivos en sus batallas internas: las televisoras, los corporativos de Slim, las cadenas de periódicos de corte nacional -por eso escribo en los diarios líderes NO encadenados-, para defender sus intereses comerciales y jamás a quienes los hacen posibles: sus reporteros, sus articulistas, sus corresponsales. ¿Alguien se preocupa por ellos? Dicen que las fiscalías especiales. Es mentira.

Y sobre la transparencia, por allí se anima la llamada Fúndalex -Fundación para la Libertad de expresión A.C.- que, desde Puebla, cayó en manos y bajo el mando del execrable Manuel Bartlett Díaz. Por supuesto, corrió mi cabeza bajo la guillotina de los farsantes, y con la mía otras más bajo los mil pretextos de quienes balbucean porque no son capaces de hablar de frente. Una vergüenza más en contra de esos espacios que tanto defendimos quienes creímos caminar sobre sendas sembradas con las semillas de sangre de cuantos nos antecedieron en el sacrificio. No espero otra cosa a estas alturas.

Pese a todo, mi nuevo libro, “Despeñadero”, saldrá a la luz pública. Si es necesario un banco de sangre, me asiré del mismo para defender por cuanto he luchado, equivocándome muchas veces, con un ideal: poder decir, como lo hago ahora, cuanto me da la gana. Feliz día, colegas.

Debate
Cuando Gustavo Carvajal Moreno, priísta y ex dirigente nacional de su partido, sacó el tema, los empresarios y sus invitados españoles casi se soliviantaron: “estoy en contra -dijo- que una reforma pretenda poner en oferta todas nuestras playas y cincuenta kilómetros, a partir de las costas, en todo el territorio nacional; estamos perdiendo lo último que nos queda de soberanía”. Me sumé a esta postura, sin pensarlo. No es sólo cierto, sino dramático que en el Congreso prevalezcan intereses corporativos fundidos con los extranjeros dispuestos a convertir a nuestro país en una nueva colonia a su servicio. Bien lo saben los grandes grupos españoles que han copado la Rivera Maya, por ejemplo, y los estadounidenses que se han quedado con Los Cabos. Ahora van por más.

Debatí, entonces, sobre la gravedad del proyecto, por ahora en el Senado y ya con la aprobación disciplinada de los diputados del PAN y el PRI. ¿Qué sucederá, por ejemplo, con el Istmo de Tehuantepec, cuya anchura es de apenas doscientos kilómetros? Si ganan cincuenta kilómetros desde cada ribera, la del Golfo y la del Pacífico, quedaremos muy cerca de alcanzar la resistente ambición de los inversionistas de Estados Unidos a cambio de los intereses españoles-: convertirlo en un nuevo canal para sustituir al veterano de Panamá a costa de perder sustancialmente nuestra soberanía. Y es esto lo que entienden y perciben los mexicanos bien nacidos y no cuantos creen que debe manejarse al país como una empresa lista a aceptar cualquier tipo de ofertas. Nada más deleznable, perdidas las banderas sociales. ¿Y los viejos ejidatarios, o los campesinos? Olvidemos la productividad -un término vuelto a renacer con Peña Nieto- que finca la verdadera riqueza, no la especulativa. Lo verdaderamente grave es la indefensión de millones de compatriotas ante el abuso de los legisladores que prefieren olvidarse de sus supuestos representados en aras de vender, poco a poco, a la nación mientras ellos aumentan riquezas personales y seguridades al corto plazo.

La Anécdota
Televisa, Emilio Azcárraga Jean y Bernardo Gómez, se constituyeron en productores de la cinta “La Batalla del Cinco de Mayo” para exaltar ahora los valores republicanos, luego de que, bajo la administración de la derecha, dejaron al padre Hidalgo hasta sin sotana en una película similar.

Y Televisión Azteca, la del gran especulador Ricardo Salinas Pliego, se dio a la tarea de difundir una serie, “La Teniente”, elaborada sin límites presupuestarios por esta empresa, para exaltar los valores de la Marina mexicana en su curso contra el ejército que se siente desplazado.

Entre tantas aberraciones, ¿podremos salvarnos de la manipulación colectiva?

 
 
 
loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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